Bojayá: 20 años del horror y la tragedia

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Cristo Mutilado de Bojayá - Google

Hasta la fecha, el Comité de Víctimas de Bojayá asume que el número de personas fallecidas asciende a 102, contando a los niños no nacidos que estaban en el vientre de sus madres.

 

Bojayá, o Bellavista más bien, pues ese es el verdadero nombre del municipio a orillas del Atrato, que aquel 2 de mayo de 2002, vio como el horror, la barbarie y la cruda realidad de una guerra los puso en el panorama nacional, incluso internacional.

 

La guerra en Colombia ha dejado millones de víctimas, millones de desplazados y cientos de historias que retumban en la memoria. Y la de Bojayá no es única, pero sí es la triste realidad del conflicto que ha sumido al país durante más de 50 años en un baño de sangre y desolación.

 

Aquel 2 de mayo de 2002, guerrilleros de las extintas FARC y paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas se atrincheraron en la cabecera municipal y se enfrentaron sin piedad; sin pensar que había una comunidad a la cual respetar.

 

Ese día, desde uno de los frentes, lanzaron un cilindro bomba que acabó con el techo de la iglesia donde se refugiaban los habitantes del pueblo. De inmediato murieron a 102 personas, más de un centenar resultaron heridas y 1.740 familias tuvieron que desplazarse.

 

Pero esto comenzó mucho antes. El 30 de abril, los paramilitares remaron por el Atrato hasta Bellavista en su mente. Sus enemigos, los frentes 5, 34 y 57 de las Farc, casi en paralelo llegaron a Vigía del Fuerte; ya se temía lo peor.

 

Comunicaciones interceptadas por parte de los paramilitares a los guerrilleros, daban cuenta del toma y dame, de las ráfagas de un lado y del otro, de los caídos y de la crueldad que vivían en aquel pueblo incrustado entre la selva y el río Atrato.

 

El comandante ‘Camilo’, de los paras, cayó y los guerrilleros se posaron en el barrio Pueblo Nuevo, parte norte de Bojayá y desde allí atacaban con todo a los paramilitares, quienes se encontraban al lado de la iglesia, y donde al interior estaban los pobladores refugiándose del horror que se vivía afuera.

 

Desde que comenzaron los enfrentamientos, alrededor de 400 personas se refugiaron en la iglesia, porque según relatos de los sobrevivientes, era de las pocas construcciones de cemento que había en el pueblo en aquel entonces.

 

Pasaron los días y el cese de las balas no bajaba, por el contrario, arreciaba más. Y entonces el 2 de mayo, con la fuerza y zozobra que había, el cura del pueblo Antún Ramos y varios habitantes más pidieron a los paramilitares que se fueran del lugar porque los estaban utilizando como escudo humano.

 

Pero los alzados en armas hicieron caso omiso a las peticiones y siguieron allí atrincherados, resistiendo las embestidas de la guerrilla. Y pasadas las 10 de la mañana, uno de los cuatro cilindros bomba lanzados por los guerrilleros estalló dentro de la iglesia, ocasionando la tragedia.

 

Al día siguiente y tras la huida de los paramilitares, el 3 de mayo, la guerrilla obligó a los pobladores a sacar los cadáveres, meterlos en bolsas negras y enterrarlos en una fosa común.

 

Y mientras todo esto sucedía, la presencia del estado, con la Fuerza Pública, no nunca llegó, no aparecieron para combatir la presencia de los grupos insurgentes. Solamente la Fiscalía llegó para sacar los cuerpos, entregarlos a la alcaldía para darles cristiana sepultura; pero así no más, sin identificar.

 

Por petición de los habitantes de Bojayá, en 2017 se realizaron nuevamente las exhumaciones para identificar científicamente los cuerpos y en noviembre de ese año fueron entregados a sus familiares y enterrados en un panteón destinado para las víctimas de la masacre.

 

Pero la tragedia no termina allí, pues 20 años después, firma del acuerdo de paz, perdón por parte de la guerrilla y mucho más, el pueblo sigue sumido en la pobreza, en la desolación y en el abandono estatal.

 

A hoy, Bojayá mantiene un confinamiento del 70 % de su población, tiene un nivel de reclutamiento alto en las comunidades. Allí hacen presencia el ELN y las AGC, y el saldo de jóvenes que deciden ahorcarse antes que ser reclutados es muy triste.

 

Cabe recordar que, en enero de este año, ante los magistrados de la JEP y las víctimas, seis comparecientes que pertenecieron al Frente 34 (Bloque José María Córdoba) de las extintas Farc reconocieron colectivamente su responsabilidad en la masacre de Bojayá y pidieron perdón. Dentro del Caso 04, que prioriza la situación territorial de la región de Urabá.

 

El Comité de Víctimas de Bojayá ha organizado un homenaje a sus víctimas que contempla un conversatorio para dialogar con autoridades étnicas sobre la actual situación de violencia y DDHH que es muy difícil en el Chocó.

 

Hoy a partir de las 2 pm inicia esta conmemoración en el auditorio municipal con la entrega del informe “Los muertos de Bojayá, son nuestros muertos”; También se realizará un recorrido por las calles con el cristo mutilado y se realizará un lanzamiento de globos en homenaje a las víctimas.

 

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