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La sociedad actual tiene sus propios intereses y el mensaje de la Iglesia de vivir estos tres pilares: Oración, ayuno y limosna, es oído por muy poca gente. Un gran número de personas cree que son seres autosuficientes y que la vida humana puede transcurrir distante de Dios, al que solo acuden ante las tragedias. El miércoles de Ceniza y la Cuaresma nos invitan a reconocer nuestra fragilidad humana, nuestras carencias y debilidades.
Cada año conmemoramos la pasión, muerte y Resurrección de nuestro señor Jesucristo. Pero no se trata solamente de recordar lo que le sucedió, sino de vivirlo junto con Él. Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre del Cielo, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.
El arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Yo Pecador: En pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.
Este miércoles al comenzar la cuaresma, nos permite recordar, especialmente a quienes se han alejado de Dios, que la ceniza es símbolo de nuestra fragilidad y limitación como seres humanos. Nos permite reflexionar y ser conscientes de que un día moriremos, implica el querer aprovechar nuestra vida para llevar a cabo el plan de Dios, el saber descubrir la verdadera escala de valores en nuestra existencia, el comprometernos para crear un mundo más humano, más justo y más cristiano.
El Miércoles de Ceniza nos abre el camino para celebrar la pasión, muerte y Resurrección de Cristo, para lo cual debemos prepararnos. A ese tiempo de preparación lo llamamos Cuaresma, porque son cuarenta días en los que reconocemos, de una manera más profunda, que hemos fallado al amor de Dios y arrepentidos buscamos la manera de corregirnos. Por eso la Cuaresma es tiempo de oración, de reflexión, de penitencia, de ayuno y vigilia.
La recepción de la ceniza es un acto personal y voluntario. Esto significa el movimiento personal de la conversión que se realiza bajo la gracia y la misericordia de Dios.
La ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Confesión o Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo el Domingo de Resurrección.
Cada ser humano tiene algún problema importante en su vida y la Iglesia busca acompañar desde el dolor de Jesucristo el propio dolor de la gente para que el espíritu de Jesús les dé nuevas fuerzas.
Por: Narciso Obando López, Pbro.